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Algo mas sobre el Saludo Militar
My (R) Museólogo, Sergio Oscar Toyos
Es esta una de las expresiones más vibrantes del Espíritu Militar. El saludo militar, tal como hoy lo conocemos, debe su origen a varias versiones, de las que hemos escogido las que nos han parecido más convincentes, a la luz del rigor histórico.
Entre ellas, tenemos la antigua, gentil y elegante costumbre de descubrirse o sacarse el sombrero ante una dama, o una persona de mayor jerarquía o edad, gesto acompañado normalmente por una inclinación de cabeza, una reverencia o un movimiento efectuado con gracia con el cubrecabeza. Esta costumbre perduró con diversas variantes hasta nuestros días, tanto en el ámbito civil como en el militar, a través del gesto masculino de descubrirse ante las damas, las personas conocidas, o con aquellas con las que se observen especiales muestras de respeto.
También está aquella otra que vincula su origen a un antiguo gesto de los caballeros del medioevo, quienes durante las justas o lances “deportivos”, o llevados a cabo para limpiar el honor de alguna ofensa, acostumbraban antes del combate a levantar la celada del yelmo para mirar a los ojos al adversario, demostrando con ello la ausencia de temor, y al mismo tiempo, infundir, a la vez que demostrarle, respeto a aquél.
En el Ejército Español, al que le debemos muchos de nuestros usos y costumbres tradicionales, el saludo militar tuvo también estos orígenes, pudiéndose observar hasta pasados los mediados del siglo pasado una total falta de uniformidad en las formas de efectuarlo. Existe iconografía de diferentes aspectos, épocas y autores, que nos muestran a militares saludándose de las más diversas formas: sacándose el sombrero, llevándose solamente la mano a él, o haciendo el gesto de sacarlo, pero sin llegar a hacerlo y todo esto, indistintamente con una u otra mano, entre otras formas.
Resulta curioso que en nuestra Armada [...] hasta 1880, el uso era saludar conforme al tradicional estilo civil, es decir, descubriéndose ante el superior, reteniendo la gorra o sombrero en la mano derecha. En ese año, con el arribo del acorazado ARA Almirante Brown, los oficiales de su Plana Mayor introdujeron la costumbre de no sacarse la gorra y solamente efectuar el intento de tocar la visera, deteniendo el saludo, como se había puesto en boga en la armada inglesa. La practicidad de este saludo, especialmente a bordo, hizo que de inmediato fuese adoptado reglamentariamente. Pese a ello, hacia 1898, aún existían viejos oficiales y suboficiales que saludaban descubriéndose en lugar de efectuar la, mal llamada, venia, ya que este término significa inclinar la cabeza como saludo o requerir por este medio permiso o autorización para hacer algo.
Pero en todos los ejércitos del mundo existe el saludo militar, teniendo diversas manifestaciones de acuerdo al país o época de que se trate o, aún, de las circunstancias políticas por las que hayan atravesado. Decían viejos reglamentos españoles: “Es la mirada lo que da al saludo su valor real; el inferior debe mirar francamente a su superior a los ojos”. Estoy aquí, fiel, dicen los ojos del soldado. Cuenta conmigo, responden los del oficial.
En el siglo XVII existía en España la costumbre de recordarse, entre oficial y soldado siempre que se encontraban, la obligación que habían contraído de fidelidad y lealtad al monarca y a la fe católica. Se expresaba volviendo a hacer el gesto cristiano del juramento que habían hecho sobre los colores del Regimiento: levantar la mano derecha hacia el cielo, índice, pulgar y mayor (representando las tres personas de la Santísima Trinidad) ampliamente separados. Era una forma de recordarse mutuamente su común ideal, sin ser, en aquella época, signo de respeto o subordinación.
Guardia suizo del Vaticano, jurando fidelidad a la bandera.
De ahí también la forma de ejecutarlo, “consiste en llevar la mano derecha a la prenda de cabeza” ya que al levantar la mano hacia el cielo los dedos rozaban el borde de la prenda de cabeza y no solían pasar de ahí. Todos los ejércitos lo imponen con firmeza y entre ellos se respeta e intercambia. Es el culto a la caballerosidad y al honor militar de cualquier soldado. Así, entre los más curiosos, tenemos a los países de la esfera de influencia británica, que lo hacen mostrando la palma de la mano derecha, indicando con ello, que no se esconde nada cuando se saluda al superior. La misma forma de saludo tiene el ejército francés.
Izq.: El príncipe Harry Mountbatten Windsor uniformado como oficial del Ejército británico.
Der.: General de Brigada francés
Izq.: soldado paquistaní actual. Der.: Soldado australiano actual
El ejército polaco tiene un curioso saludo en el que los dedos anular y meñique, son sujetados por el pulgar de la mano derecha, llevándose a la sien los dedos índice y mayor pegados.
Existen otros en los que el gesto del saludo va al centro de la visera, como en el ejército italiano y el israelí, sin mencionar otras curiosas variedades de actitudes y movimientos, con las clásicas variantes personales que siempre aparecen.
Izq.: Formación de oficiales navales italianos. Der.: Formación de oficiales navales israelíes
Podrían agregarse también aquellos que, al mismo tiempo que indicar una muestra de subordinación y respeto, demostraron alguna vez una forma de simbolismo o identificación política. Así recordamos, por ejemplo, al muy conocido saludo empleado por los alemanes durante la 2da Guerra Mundial por el partido nazi y por el partido fascista en Italia, por aquellos militares que lo integraban o por los que, sin serlo, se veían obligados por las circunstancias a efectuarlo. Son del mismo tipo, los saludos estilados por el franquismo en España y por la Guardia de Hierro, en Rumania, durante la IIGM.
También, tenemos al singular saludo efectuado por las fuerzas republicanas y las Brigadas Internacionales, durante la terrible Guerra Civil Española, consistente en llevar el puño derecho cerrado a la misma sien. Por el bando nacionalista, la Falange acostumbraba hacer un antiguo saludo que según decían, tenía su origen en el saludo de los soldados romanos: levantando la mano derecha con el brazo estirado.
José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Nacionalista
Izq y Der.: Tropas republicanas
Tropas republicanas
Otras versiones más cinematográficas, muestran a este saludo llevándose el puño derecho a tocarse el pecho del lado del corazón, implicando la comprensión de la orden recibida y la devoción demostrada por el subalterno al superior que la impartía.
Algo más que un gesto de cortesía. Es un austero gesto que encierra la regla fundamental de esta hermandad militar, guerrera y heroica: la unión entre todos sus miembros en la entrega al servicio de la Patria. Pero, según opiniones de historiadores militares españoles, este sentimiento se ve en su más clara expresión en el famoso cuerpo de élite de La Legión. Se dice que
el saludo del legionario es el más enérgico, el más airoso y más marcial que pueda desearse. Espera impaciente a que llegue el Jefe a su altura, y en el momento debido levanta la mano, que clava en la gorra, mirándole al mismo tiempo. La mirada brilla con fiebre, es fija y recta a los ojos del mirado. Es también de ofrecimiento interrogante para su Jefe; dice: “Mándeme”.
Por último, podría incluirse entre estas formas de saludo, al empleado por los Boy Scouts. Esta organización internacional a la que desde su nacimiento adhirió nuestro país, a través de su introducción por parte del perito Francisco P. Moreno, fue creada por el general inglés Lord Robert Baden Powell, luego de las experiencias que recogiera durante su participación en la Guerra Anglo Bóer, en Sudáfrica, entre 1899 y 1902. En esa ocasión, y durante el sitio de la ciudad de Mafeking, reunió a un numeroso grupo de muchachos y adolescentes, a los que organizó como mensajeros y auxiliares, instruyéndolos en técnicas de supervivencia y desenvolvimiento en la jungla y en las sabanas de esa región, teniendo su formación un gran contenido militar, al que no escapaban las formalidades disciplinarias y protocolares. Terminada la guerra y habiendo vuelto a Gran Bretaña, decidió volcar todos sus esfuerzos a transmitir sus experiencias a los jóvenes, a través de la organización de un movimiento dedicado a ellos para que practicaran actividades educativas, recreativas y de aventura, aprovechando todas las bondades y posibilidades que brinda la naturaleza. Una larga serie de libros y folletos escritos por él fueron dando forma al scoutismo que, entre otras formalidades, adoptó un saludo particular, consistente en tomar el dedo meñique de la mano derecha con el pulgar, manteniendo unidos y en alto, los dedos índice, mayor y anular, significando con ello que el mayor protege siempre al menor, teniendo siempre por divisa, los tres principios de todo scout: Dios, Patria y Hogar (o algunas otros valores semejantes, según el país).
Scouts durante una formación.
Lord Robert Baden Powell, creador del movimiento internacional scout
Si en la actualidad, besarse en la mejilla, darse un abrazo o un simple apretón de manos es el saludo que practica todo el Mundo, en la antigüedad, era éste el modo de saludarse, desearse prosperidad e incluso se usaba en prácticas y ceremonias religiosas.
Imágenes del clásico saludo romano, mostrado en efigies rupestres y en ilustraciones idealizadas
No tardaron los soldados de Escipión Africano, el gran militar romano que venció a Aníbal en Hispania, en llevarlo a la Península Itálica, haciéndose famoso y siendo desde entonces el más repetido entre cualquier ciudadano de Roma. De hecho, desde que las legiones que combatieron en Hispania en la Segunda Guerra Púnica, se licenciaron y los legionarios de las mismas lo siguieran utilizando entre ellos como un símbolo de identidad y corporativismo, el saludo fue extendiéndose a la totalidad de las legiones, y al resto de la población. Tal fue su alcance que acabó como saludo simbólico en actos oficiales de gran trascendencia, caso de las audiencias del César, los juramentos solemnes, convertido en símbolo de autoridad y señal de oficialidad de manos de los emperadores.
El juramento de los Horacios. En esta pintura se refleja la actitud de saludo y obediencia con el gesto del brazo extendido a manera de saludo y señal de obediencia.
Este cuadro que pintó el artista predilecto de la Francia de Napoleón, David (1748-1825), en el año 1784, por encargo del entonces Rey Luís XVI, se escogió un tema de la antigua Roma como estimulante patriótico con una carga moralizante sin precedentes. Se trata de “El juramento de los Horacios”, en el que el saludo, mal llamado romano, está muy presente.
Este tipo de saludo también inspiró al clérigo estadounidense Francis Bellamy quien logró que el gobierno de EEUU estableciera una versión del saludo romano como gesto de saludo a la bandera en 1892: el brazo extendido hacia el cielo, con una leve inclinación hacia adelante, formando un ángulo agudo, denominado saludo Bellamy. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue empleado en Estados Unidos como Juramento de Lealtad. Entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, fue una versión del saludo romano con algunas similitudes al saludo nacionalsocialista. Este tipo de saludo fue abandonado desde el año 1942 a causa precisamente de su similitud.
El saludo Bellamy es el saludo descrito por Francis Bellamy, para acompañar al Juramento de Lealtad a la bandera de los Estados Unidos de América. Durante el periodo en que se utilizó con el Juramento de Lealtad, fue también conocido a veces como el "saludo a la bandera". Durante los años 20 y 30 del siglo XX, los fascistas italianos y los Nazis adoptaron saludos similares en la forma, resultando en una controversia sobre el uso del saludo Bellamy en los Estados Unidos.
Fue oficialmente reemplazado por la mano sobre el corazón cuando el Congreso enmendó el Código de la Bandera de los Estados Unidos en diciembre de 1942.
SALUDO DEL SOMBRERO
La antigua, gentil y elegante costumbre de descubrirse o sacarse el sombrero ante una dama, o una persona de mayor jerarquía o edad, gesto acompañado normalmente por una inclinación de cabeza, una reverencia o un movimiento efectuado con gracia con el cubrecabeza. Esta costumbre perduró con diversas variantes hasta nuestros días, tanto en el ámbito civil como en el militar, a través del gesto masculino de descubrirse ante las damas, las personas conocidas, o con aquellas con las que se observen especiales muestras de respeto.
SALUDO MILITAR ANTE LA PRESENCIA DE DAMAS
No siempre era necesario descubrirse delante de otras personas. Los caballeros se quitaban el sombrero, pero las mujeres permanecían cubiertas en espacios cerrados, aunque se quitaban el guante para saludar a los reyes y otros personajes de la nobleza. Este gesto, al igual que el de la genuflexión, eran muestras de respeto (aunque algunos las hayan interpretado como muestras de sumisión). La siguiente etapa que nos explican es que con los chambergos de anchas alas; que dificultaban la identificación del portador; el descubrirse facilitaba que el oficial reconociese a su gente; o simplemente identificarse a secas.
Soldados franceses saludando a dos monjas, al pasar
SALUDO SIN DESCUBRIRSE LA CABEZA
Por lo general, es más común el saludo militar realizado con cubrecabeza. Sin embargo, hay países en cuyas fuerzas armadas se estila lo contrario, según las circunstancias. El origen o causa de ello es variable. Entre otras causas, tenemos la de descubrir la Cabeza del sombrero; se pasó a no poder hacerlo debido a las modas de enormes y pesados gorros de granaderos decimonónicos (lo mismo que para gente con morriones; cascos, etc) debido al atalaje de los mismos y lo poco práctico de andar trasteando con ellos a cada mando que pasase. De ahí que se quedase en un vestigio del levantamiento de brazo para remarcar la intención de descubrirse y para darnos a reconocer.
También se atribuye al uso de los sombreros de tres picos, colocados sobre pelucas empolvadas, los cuales eran susceptibles de caerse con facilidad si uno se inclinaba sin sujetarlo, por lo que ahí sí tendría lógica que, al irse dejando de lado la costumbre de la reverencia, perdurase el gesto de sujetar el sombrero para, con el tiempo, convertirse finalmente en el saludo militar que conocemos todos. Y como corroboración final: ¿no perdura aún el gesto, entre los hombres que llevan sombrero, de llevarse la mano al ala del mismo al saludar?
Federico II “El Grande”, rey de Prusia
Volviendo al saludo militar en nuestro Ejército, y tal como citáramos lo sucedido en nuestra Armada hacia fines del siglo pasado, no existían tampoco en él formalidades estrictas para todos los movimientos y manejos de orden cerrado. Esta actividad, más bien, era empleada como complemento del orden abierto o práctica de formaciones de combate en el terreno.
En efecto, resultaba muy importante el mecanizar muchos movimientos, para que en el momento del combate, el soldado no dudara y respondiera con precisión e inmediatez las órdenes que se impartieran. Baste mencionar como dato curioso que hasta que aparecieron las armas de retrocarga y más tarde las de repetición, las voces de mando para cargar, apuntar y disparar los mosquetes de una compañía, hacían falta alrededor de dieciséis voces de mando consecutivas.
En consecuencia, los aspectos relacionados con la uniformidad y precisión de los detalles protocolares, tales como llevar el paso, la presentación de armas y los saludos con o sin ellas, eran relativamente secundarios, o no estaban meticulosamente reglamentados, como sí lo estaban aquellas voces y movimientos más relacionados con la actividad de combate.
Será en las postrimerías del siglo XIX, cuando nacían tanto el moderno Ejército como la Armada, de la mano de nuevas doctrinas importadas de la vieja Europa, cuando aparece el saludo militar tal como hoy lo conocemos. No obstante ello, es curioso ver en viejas fotografías de los años '20 y '30, cómo aún se observaban costumbres personales que escapaban de las formalidades prescriptas reglamentariamente.
En nuestros días, el reglamento de Orden Cerrado precisa con todo detalle las formas y oportunidades en que debe efectuarse el saludo militar. Se realiza de subalterno a superior, devolviéndolo éste de la misma manera, comprendiendo un profundo gesto en el que, junto con el ademán, se intercambian miradas que dicen “aquí estoy”, respondidas por un “cuente conmigo”, todo en una centésima de segundo.
Esto es el saludo: un mensaje de mutua confianza y correspondencia. A pesar de ello, son innumerables y tragicómicos los errores en su ejecución que hemos cometido todos los que hemos pasado por las filas del Ejército.
Hace pocos años nos encontramos con la novedad del saludo militar ejecutado sin cubrecabeza. Sin duda, fue pensado para mayor comodidad del personal que se desempeña en lugares cubiertos, como comandos, organismos y reparticiones administrativas, donde no se usa birrete, gorra u otro tipo de cubrecabeza. Esto resultaba un verdadero per saltum a múltiples planillas de sanción (por saludar sin el cubrecabeza colocado), a la vez que un
aggiornamento de las costumbres militares. Conservador, el personal militar acostumbrado a largos años del saludo clásico, no terminó de adoptar ni aceptar la nueva modalidad y aún en los sitios mencionados, resultaba rara su práctica, por lo que a poco tiempo de impartida esa ordenanza, se la derogó… Tuvo más fuerza el poder de la tradición y la costumbre, basadas ambas en sólidos fundamentos, que la impartición de una orden novedosa y hasta caprichosa.
A pesar de ello, cuando se llega a comprender el simple gesto del saludo en su profundo y magnífico significado y simbolismo, demuestra ante los ojos de todos el testimonio de la perennidad que une a los hombres que juntos sirven a la misma bandera. Lejos de marcar una dependencia, los subordinados dan testimonio orgulloso de la importancia que el saludo tiene y representa. Se convierte en una prueba de confianza y cohesión.
Es el testimonio de la certeza que el oficial, el suboficial y el soldado se manifiestan para poder contar el uno con el otro. El saludo representa de tal manera, la camaradería militar y la fraternidad entre los hombres de armas. Encierra hermandad, compañerismo, disciplina y unidad.
Unidad, hermandad, poder contar uno con el otro; ser lo mismo y estar dispuesto a morir por la misma causa. Ese es el verdadero sentir del saludo militar y por tanto es una grave falta no realizarlo o no responderlo y cualquiera sea la forma del saludo que se emplee, lejos de indicar servilismo, siempre ha implicado un profundo significado; una correspondencia entre subordinado y superior signada por el respeto mutuo, aquella relación, en definitiva, que en palabras de Ortega y Gasset, dicen que
obedecer no es aguantar. Aguantar es envilecerse. Por el contrario, obedecer es estimar al que manda y seguirlo solidarizándose con él, bajo el ondeo de su bandera.
Federico II “El Grande”, rey de Prusia
Autor del Artículo: Mayor (R) Museólogo Sergio O. H. Toyos